sábado, 6 de marzo de 2010

Periódico Horadada Información. Mes de Marzo.

PEQUEÑA Y DELGADA

El video ha dado la vuelta al mundo: una adolescente golpeada brutalmente por un grupo de jóvenes que intentaban robarle en una estación de metro. La paliza fue brutal.
La chica, de 15 años, esperaba el autobús a la salida de una estación de metro en Seattle (Washington), cuando un grupo de adolescentes se acercaron a ella para intentar robarle el móvil y el bolso. Deduzco por las imágenes que la chica se resistió, y claro, le dieron la del pulpo. Por resistirse. Hasta aquí todo normal, o casi. Eso pasa en los mejores países, no lo negarán.
Lo que no es normal es que suceda ante la mirada impasible y cobarde de tres guardias de seguridad. No daba crédito a lo que veía: los tres tíos, o tías, o lo que fueran, contemplando la agresión sin la más mínima necesidad de intervenir. Sin inmutarse, tranquilamente. Muy americanos ellos.
Pero ahí no acaba todo: además, varios viandantes rondaban los alrededores del tablao flamenco contemplando el espectáculo. Como si estuvieran en Benidorm. Olé, olé. Y mientras, la chica, tirada en el suelo, recibía una lluvia de patadas y puñetazos de su agresora. Las imágenes no tienen desperdicio.
Hace un par de días, mientras compraba en un supermercado, me acordé de estos vigilantes de seguridad americanos y los comparé con los nuestros. Les cuento: viernes tarde en un supermercado de Torrevieja, hasta arriba de gente. Una vigilante de seguridad para todo el local: rubia, ojos saltones, unos cuarenta y tantos largos, pequeña y delgada; aproximadamente un metro sesenta de estatura. Con una porra colgando del cinturón que le sobrepasaba las rodillas.
Daba las buenas tardes a los clientes exhibiendo una cálida sonrisa mientras supervisaba, audaz, que todo siguiera en orden.
Todo el mundo parecía ir a lo suyo. Una oferta por aquí, otra por allá. Ya saben cómo funciona la cosa. Qué les voy a contar yo.
Al poco, mientras seguía ensimismado en mi compra semanal, escuché un griterío. Me acerqué: dos tipos intentaban robar a una pareja que dejó el bolso de ella en el cochecito de su bebé. Y adivinen quién los pilló.
Imaginen el panorama: una vigilante de seguridad, sola, de poco más de metro y medio intentando detener a dos fulanos de aproximadamente metro noventa, con cara de no haber sonreído en su vida y los brazos llenos de tatuajes talegueros. Tuve que tragar saliva un par de veces.
Éstos gesticulaban airadamente a la vigilante. Gritaban en un idioma ilegible para ella. Y, según creo, para la mayoría de los que estábamos allí.
"Devolver lo que habéis cogido y marcharos de aquí", les decía la vigilante con semblante serio y sin perder de vista a ninguno de los dos tipos.
Pero, los dos pájaros se querían ir con lo puesto, es decir, con el bolso de la pareja y, por supuesto, con lo que había dentro. Continente y contenido.
"Devolver lo que habéis cogido y marcharos de aquí o llamo a la Guardia Civil", les volvió a repetir en dos ocasiones más.
Por mucho que la vigilante les nombrara a la Benemérita, ni caso. Saben que poco pueden hacer. Incluso parecía darles risa.
Total, que los dos pajarracos deciden marcharse, pero con el botín, sin contarse un pelo.
Hacía la puerta.
Entonces, sin más contemplaciones, la vigilante desenfundó su porra, y con ella en la mano salió corriendo para interrumpir el paso a los dos elementos. Cuando los alcanzó, se puso delante de ellos, alzó la porra, cogió al más grande de la doblez de su cazadora a la altura del pecho y le dijo: "devolver lo que habéis cogido y marcharos de aquí o se va a liar parda".
Los dos se miraron de soslayo, y el más grande, que llevaba el bolso en la mano izquierda, lo tiró al suelo con desprecio, con rabia.
Entonces, la mujer soltó la cazadora, bajó la porra y les dijo: "no quiero volver a veros por aquí, ¿entendido?". Y los dos fulanos, humillados, se marcharon sin decir una palabra. Sin mirar atrás. Ante el asombro de los que allí nos encontrábamos.
La verdad es que me hubiera encantado que alguien en aquel instante hubiese empezado a aplaudir, como ocurre en las películas americanas. Pero nadie lo hizo. Una pena.
Así que cogí mi carro y volví a las ofertas mientras pensaba: así son los vigilantes de seguridad españoles. Con dos cojones.

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